Demasiado ha esperado el venezolano a que el tiempo traiga la solución a la tremenda crisis que vive. La destrucción del país es inédita, pero cuando pareciera que hay pocas esperanzas, comienzan otros 365 días y los más valientes se aventuran a pedir deseos. En un país en el que todo está por hacer, es mejor que empecemos 2022 con las prioridades claras y las energías positivas que tanto necesitamos.
Primero que nada, hay que pedir por la oportunidad para solucionar el problema que afecta a la niñez venezolana. Son los más desprotegidos, los que llevan el peso del hambre. Pero también son la generación necesaria, la que tendrá la responsabilidad de mantener lo que pueda reconstruirse. No más desnutrición, más escuelas que les puedan asegurar educación y aunque sea un vaso de leche. Más infancia feliz.
Con y sin covid, es necesario elevar las plegarias por la salud de todos los venezolanos, porque se encuentre la manera de garantizarla a todos por igual. Que no sean necesarias pólizas de seguro en dólares, que puedan recuperarse las grandes estructuras hospitalarias, que los médicos se sientan estimulados con un sueldo justo para seguir cuidando de todos con su sapiencia y que los enfermeros vuelvan a sentir el orgullo de ejercer su profesión.
Agua y electricidad ─inimaginable que esto se incluya en una lista de deseos del siglo XXI, pero así estamos─, como se tuvo en Venezuela de manera regular hasta que apareció el chavismo en nuestras vidas, para todos por igual, para el estudio, para la industria, para la casa. Para que todos podamos desarrollar nuestras potencialidades y respirar tranquilos.
Abundancia de recursos para garantizar producción de alimentos. Que los campesinos, los empresarios del campo encuentren las condiciones para trabajar, sobre todo gasoil para los tractores y los camiones, semillas, fertilizantes que antes se producían en el país. Que se reactive la industria ganadera, que no tengamos que importar nada y que cada venezolano tenga un sueldo que le permita comprar lo que le venga en gana y no conformarse jamás con una bolsa de tercera calidad.
Un amanecer sin presos políticos, sin dolor en el alma por no saber en qué condiciones están. Que puedan reencontrarse con su familia y ser parte de las buenas noticias que levanten el ánimo a todos los venezolanos. Que se clausuren para siempre La Tumba y la Casa de los Sueños. Que los calabozos queden vacíos y que nunca más se juzgue a nadie por pensar distinto.
Justicia, sobre todo para pasar página de una vez por todas en casos tan dolorosos como los manifestantes que murieron en las calles pidiendo un cambio. Justicia para todos los que han sido víctimas de violaciones de sus derechos humanos. Que los culpables de crímenes de lesa humanidad paguen por lo que hicieron, incluyendo los autores intelectuales.
Por una prensa libre, que vuelvan a circular los periódicos, que el ciudadano pueda comprarlo en el kiosco y enterarse de lo que sucede a su alrededor, pero también maravillarse con buenas noticias, aprender, reír y entretenerse con el periodismo de calidad que saben hacer los profesionales venezolanos.
Todos sabemos lo que hace falta para que todos estos deseos y los de cada uno se cumplan. Por nuestro derecho de soñar, de aspirar a mejores cosas. No es una cursilería ni una tontería, es que los venezolanos tenemos demasiados años esperando el cambio.
Ojalá 2022 nos regale eso, la oportunidad de hacer realidad todos nuestros deseos.
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