Cuba, país donde hablar del futuro es ofensivo

 A días de que concluya el 2023, el desaliento de la población es palpable y la mayoría opta por resignarse a renunciar a las celebraciones ante la falta de recursos y alimentos para organizar una simple cena

Cuba, país donde hablar del futuro es ofensivo
Varias personas caminan bajo el cartel que anuncia la existencia de una tienda de comestibles privada en La Habana, Cuba.

Pasada las cuatro de la tarde, el parque de la Fraternidad, en el corazón de La Habana, Cuba, es un hervidero de gente. Una hilera de bicitaxis desocupados espera por algún transeúnte que los alquile.


Frente al antiguo Ten Cent de la calle Monte, decenas de taxistas privados están a la caza de clientes. Un hombre calvo y fornido, dueño de un viejo Moscovich de la era soviética, intenta convencer a un señor cargado de bolsos que 2.000 pesos cubanos por una carrera hasta la puerta de su casa - equivalente a poco más de 7 dólares al cambio en el mercado informal- no es un precio abusivo.


“Mi hermano, esos son los precios que trajo el barco de la ‘coyuntura’”, se justifica el taxista y añade: “Tengo que pagar el litro de gasolina a 500 pesos y una libra de carne de puerco o frijoles negros al mismo precio. Es una locura. Le puedo hacer una rebaja de 300 pesos. No más”, insiste.


Su interlocutor no cede. “De aquí hasta la Víbora hay menos de seis kilómetros. Estás apretando, asere”. Y opta por coger un taxi colectivo o que aparezca un ómnibus rutero. Imposible. El tumulto es enorme cada vez que aparece un ‘almendrón’. Abatido, se sienta en un banco del parque, al costado del antiguo Palacio de Aldama y al igual que muchos cubanos, se desahoga con cualquiera que lo quiera escuchar.


País no es normal


“Este país no es normal. Esta gente (los mandamases del régimen) tienen que darse cuenta de que son unos imbéciles. No saben gestionar la economía. Yo les pagaría un retiro de por vida en una isla en Grecia. O que instauren una monarquía como en España, si tanto les gusta el poder. Pero que se vayan, por el amor de Dios, hay un montón de personas que pasan hambre”, y empieza a contar su historia.


“Por las navidades, un amigo que reside en Estados Unidos me envió, por una de esas agencias que venden comida a los emigrados cubanos, 15 libras de carne puerco para las navidades, una botella de aceite y otra de sidra y aceite y 50 dólares para que comprara turrones y uvas. Estaba como la cucarachita Martina sin saber en qué gastar el dinero. Ya sabes cómo son las cosas en Cuba. Uno tiene en la casa un montón de problemas y quiere estirar el dinero. En las tiendas MLC un turrón costaba entre 4 y 5 dólares. Las MIPYMES lo venden entre 700 y 800 pesos, que, al cambio de un dólar por 270 pesos, me resultaba más rentable. Vendí los 50 dólares, me dieron 13.500 pesos. El dinero se evaporó enseguida, en artículos que eran prioritarios. Al final no pude comprar turrones y muchas menos uvas, pues un racimo costaba más de 11 dólares en las tiendas por divisas. Llegué a la casa con 170 pesos. Al menos tengo carne de cerdo para cenar el 24 y esperar el año nuevo", confiesa el señor.


Luisa, 55 años, profesora de secundaria, no tiene previsto celebrar la Nochebuena. En su destartalado refrigerador Haier solo tiene pomos de agua, dos libras de masa de croquetas y un paquete de 500 gramos de picadillo de pavo con soya. “Hasta el 2020, mal que bien, celebrábamos las navidades en familia. Pero cuando el gobierno implementó la ‘Tarea Ordenamiento’, se disparó la inflación y todo cambió. Ni deseos tengo de poner el arbolito en la sala. ¿Para qué? Si no tenemos comida ni dinero para festejar los días navideños”.


Lo peor, considera Julio César, arquitecto, no es que ni siquiera tendremos pollo para la Navidad y fin de año. "Lo terrible es que no se ve la luz al final del túnel. Cuando tú piensas que tocaste fondo, seguimos cayendo en el abismo. 2024 se vislumbra un año todavía más negro para los cubanos. Los funcionarios del gobierno se la pasan todo el tiempo, reunidos y lanzando consignas. No ofrecen soluciones mientras el país se hunde. Si los organismos internacionales no declaran un S.O.S. Corremos el peligro de desaparecer como nación”.


No vean noticias


Una psicóloga habanera dijo a DIARIO LAS AMÉRICAS que recomienda a sus pacientes no ver noticieros ni leer la prensa estatal y así evitan deprimirse. “Más del 80 por ciento de los cubanos vive en la pobreza, incluidos los profesionales. El déficit de alimentos afecta también a las personas que reciben remesas. Se come lo que se puede, no lo que se quiere. No hay un plan coherente del Estado que detenga la inflación y la bestial crisis económica y sistémica. La salida del gobierno es hacer más propaganda y hablar de ideología en una ciudadanía hastiada tras 65 años de promesas incumplidas. Es contraproducente, en ese estado de shock, que las personas lean el periódico Granma o vean el noticiero de televisión donde se distorsiona la realidad. Recomiendo a mis pacientes que, para no estresarse, alquilen series y filmes agradables”.


Luis Alberto, obrero metalúrgico, coincide con la experta en que la narrativa del régimen parece “un cuento de hadas de otro país que no es Cuba. Es una realidad paralela a la que vive la población. Los ministros son tan incapaces, que ni el más competente agente de la CIA haría más daño que este gobierno. Debido a la crisis, llevo tres años sin trabajar y cobrando un salario de 3.000 pesos mensuales (poco más de 11 dólares), que se me va en pagar la electricidad, comprar el pan y algunas viandas. Todo el mundo en la calle habla de lo mismo: Cuba tiene que cambiar o habrá una hambruna estilo Corea del Norte. Los únicos que no se dan cuenta del desastre son los gobernantes. Todos gordos y con unos cuellos de toros cebados que sin temblarle la voz te piden más sacrificio y ‘resistencia creativa’”.


A dos semanas para que concluya 2023, se percibe en la calle un sentimiento de desilusión y rabia. Excepto en los hoteles de lujo y negocios privados a los cuales la mayoría de los cubanos no tiene acceso, en la capital no se ven luces ni adornos navideños.


La Habana parece que ha sufrido un bombardeo. Los basureros con enjambres de mosquitos, cucarachas y ratas desbordan las esquinas. La mugre de los portales, el hollín de las fachadas en edificios sin pintar y calles destrozadas, son hoy fotos fijas en los barrios.


Joel, trabajador de comunales, no cree que haya una mejoría a corto plazo. “La mayoría de los camiones de basura están rotos o no hay piezas de repuesto. El Estado nos asigna solo el 30 por ciento del combustible que necesitamos para sanear la ciudad”.


No hay recursos ni combustible. La gente tiene que esperar tres o cuatro horas para abordar un atestado ómnibus o deben llevar el ataúd para sepultar a sus seres queridos, porque la situación es igualmente caótica en el transporte urbano, servicios funerarios y ambulancias en policlínicos y hospitales.


El país está quebrado. La economía, anunció el régimen, va a decrecer entre un uno y dos por ciento. El plan de muchos cubanos sigue siendo marcharse del país. Los que no pueden emigrar viven de lo que ‘se cae del camión’ o de la ayuda de parientes y amigos del exterior.


En un triste, gris y lluvioso diciembre de 2023, pocos hablan de Navidad. Y menos de futuro, que se ha convertido en una mala palabra en Cuba.


Por: IVÁN GARCÍA

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